¡MI RAZA NEGRA Y EL BICENTENARIO!

sábado, 27 de marzo de 2010

SEMANA SANTA


Se ha iniciado la semana santa y no puedo evitar la búsqueda en el “anecdotario” que los seres humanos guardamos en los insondables vericuetos del cerebro o de la memoria, para recordar cómo eran las semanas santas de mi infancia y juventud. La verdad es que los cambios han sido pocos, amén de la proliferación de nuevas iglesias cristianas, evangélicas, etc., y de sectas satánicas.
La semana se iniciaba con la procesión y la misa de ramos en la catedral. Durante la procesión, en la cual un parroquiano representaba a Jesús sentado sobre un asno, mientras los asistentes le saludaban agitando los ramos (ramas de palma de cera del Quindío), mientras el párroco dirigía la ceremonia y luego en la misa se bendecían los ramos. Cabe anotarse que con los ramos se hacían figuras que las abuelas guardaban para quemar cuando habían tormentas o aguaceros fuertes; pues aseguraban las abuelas que de esta manera se calmaba la tormenta. De hecho, aun muchas familias lo hacen.

El martes y miércoles santos, muchos niños, jóvenes, adultos y familias enteras que vivían en Cali, Palmira y ciudades circunvecinas iniciaban una peregrinación a Buga durante la noche y siempre los reportes de la policía anunciaban accidentes, robos, atracos y hasta violaciones o acciones impúdicas. Era muy común ver por la calle 42 (la del parque del azúcar), Versalles, zamorano y otros barrios polvorientos de Palmira, grupos o galladas que caminaban buscando la salida a Buga, unos en medio de una “recocha” y otros con gran fervor.

El miércoles iniciaba en una emisora radial de Cali, su maratónica transmisión de la semana santa, el sacerdote Alfonso Hurtado Galviz, durante la cual narraba los actos litúrgicos como el viacrucis, el lavatorio de los pies, el sermón de las siete palabras, el descendimiento de la cruz, la bendición del agua y el fuego y finalizaba el domingo de pascua con la resurrección. Aun recuerdo los estribillos que el padre Hurtado Galviz usaba en sus transmisiones: “nadie se duerme en Cali sin oír la voz del prójimo”, “porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, preso y viniste a verme”. En todos los radios se puede decir, se escuchaban estos estribillos y durante todo el día se escuchaba al padre Hurtado con sus mensajes biblicos y liturgicos, sus dinámicas con jóvenes de los diferentes colegios de Cali, su ofrenda floral anual en memoria de los fallecidos en la explosion del siete de agosto de 1956, cuando siete camiones cargados de dinamita, estacionados en inmediaciones del batallon de Cali y que tenian como destino la ciudad de Bogotá, explotaron a eso de la una de la madrugada provocando la muerte de no menos de 1.300 personas, más de 4.000 heridos y algo más de ocho cuadras destruidas. Era la tragedia más grande ocurrida en Colombia y no se tenía noticia de algo similar en el mundo.

Recuerdo los jueves cuando con mi hermano, primos y amigos recorríamos las calles de la ciudad en “burra” (bicicleta) yendo de templo en templo para ver los monumentos que se erigían al santísimo sacramento de la comunión, pero viendo también los “monumentos” de carne y hueso que engalanaban la ciudad.

El viernes era el día de mayor recogimiento, al punto que las abuelas recomendaban no bañarse ese día pues se corría el riesgo de convertirse en “pescado” o en sirena si se trataba de una mujer, y ni por error se podía comer carne que no fuera de pescado. Generalmente ocurría que el viernes cuando se recordaba la pasión y muerte de Jesucristo el cielo se nublaba y caía un aguacero o por lo menos habia amago de tal. Tambien ese día se sahumeriaba la casa.

El sábado se escuchaba la misa de gallos que en algunos templos era a las doce de la noche, en la cual se bendecía el agua y el fuego. El domingo se celebraba en la parroquia de la trinidad la procesión de resurrección en la que las estatuas de los apóstoles le hacían venia a Jesús resucitado y en todas las parroquias se celebraba la misa de resurrección.

Como podemos ver no son muchos los cambios que se han dado en los últimos treinta años, lo que si no debe cambiar es nuestra fe y el deseo de acercarnos a Dios en procura de una vida santa y un mundo mejor.

QUE DIOS LES BENDIGA PROFUSAMENTE

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